… la luz última del atardecer golpea tus ojos y parece que no vas a poder mantener la vista al frente, pero sí puedes. Cuando hablas con un amigo sobre cosas que os apasionan a los dos, por ejemplo sobre teatro y literatura. Cuando ves tantas caras conocidas (y queridas) y tantas nuevas (jóvenes, infantiles y adultas). Eso que se siente cuando escuchas a dos actrices maravillosas pronunciar palabras que tú has escrito, que has pensado, masticado y modelado para crear personajes con los que has vivido años. Personajes que te han acompañado en el supermercado, en el coche, en la calle paseando a Nes, cocinando y hasta en sueños durante meses. Eso, como decía, que se siente cuando, al escucharlas interpretando a esos personajes, te sale la carcajada y se te eriza la piel en los brazos, todo a una. Sabéis, es mi pregunta, eso que se siente cuando ellas gritan, se enfadan, discuten y se sonríen, como las personas imaginarias que inventaste antes siquiera de pensar que algún día alguien podría darles vida. Eso que se siente cuando la emoción por poder ayudar a una amiga supera cualquier otra cosa. Cuando tus alumnos, después de terminar todo, llegan y te dicen que por qué no les has contado antes que escribías, que hacías estas cosas.
Eso que se siente cuando te sientes arropada, como en casa, querida y acompañada?
Pues resulta que no es algo que pueda sentirse todos los días, pero qué bonito sería si así fuera, ¿verdad?