Aprender a caminar no es fácil: te caes muchas veces, sientes miedo, inseguridad y desequilibrio. Lo sé porque lo veo en tus ojos cuando andas sin mi ayuda. Pero hay algo que se repite en silencio dentro de mi cabeza cada una de las veces que tiendo la mano para que la cojas y te levantes. Lo digo sin hablar: «tendrás mi mano siempre que la necesites. Y si no la pides, yo te la ofreceré igualmente».
Y creo que lo pienso porque así es como lo siento. Esa es la necesidad que tengo cada día desde que llegamos a casa, desde que naciste en el hospital, desde que mi cuerpo dejó de ser solo mío. Hay muchas formas de explicar la maternidad, multitud de maneras de vivirla, pero este gesto, el de nuestras manos unidas, es el que mejor representa nuestras vidas, la que tenemos en común.
Hoy hace un año que viste nuestra casa por primera vez, hacía calor, como hoy, el sol brillaba fuerte y olía a flores. Las cosas no fueron fáciles, claro que no, pero lo que jamás hubiera imaginado entonces, aquel primer día en casa juntos, es que te querría tanto. Nunca hubiera pensado que darte la mano y ver cómo la cogías pudiera ser el mejor inicio de la primavera.
Gracias, niño de nieve.
Te amo, Neuh.
La madre que te… Casi lloro leyendo esta entrada. Debería llevar una advertencia al principio. Algo así como: emoción profunda asegurada. ¡Un fuerte abrazo!
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Gracias por compartir tus emociones, compañera. Otro fuerte abrazo de vuelta!!!
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