Lo dije hace poco en público y hoy lo vuelvo a decir: la vida no debería ser una lucha. Aun así, siento que a veces lo es. Quienes me conocéis, aunque sea solo un poco, aunque sea solo por lo que escribo y comparto por aquí, sabréis que me gusta escribir sobre cosas bonitas o sobre cosas que sirvan para ayudar, para mejorar o para visibilizar. Esta vez, sin embargo, no va a ser así. Pido perdón de antemano.
Esta vez lo hago para homenajear a una persona. Para recordarla y hacerle llegar todo mi cariño. Alguien que se fue hace poco, que nos abandonó despacio, a pasos cortos y a la vez rápidos. Tal y como caminaba siempre. No pude despedirme de ella, cuando me enteré de su marcha ya era tarde. Por eso lo voy a hacer desde aquí, con la esperanza de que las palabras llegan donde se las necesita, viajan a cualquier sitio y alcanzan a quienes se dedican. Yo escribo hoy para ti: Dolores.
No lo vas a creer, pero una de las cosas que más recuerdo de ti y siempre me sacará una sonrisa es la historia que nos contaste una vez. Lo hiciste hace muchos años, a la mesa, ante platos de dulces y tazas de café. Lo hiciste gesticulando mucho y con ese tono de voz que me asombraba. Tenías tanta fuerza… Con ese acento andaluz que me cautiva y siempre lo hará porque yo también lo llevo en la sangre. Recuerdo siempre con una sonrisa, como te decía, tus palabras. Que jugabas en la calle de tu pueblo, de «chica», con tu hermana, y que sin saber cómo, un gorrino apareció y te envistió. Pero tú, en vez de caerte, de dejarte arrastrar por su velocidad, te subiste en su lomo, como un vaquero, y corriste sobre él calle abajo, ante la mirada de los vecinos, que gritaban para que bajaras. No recuerdo el final de la historia, pero no lo necesito, porque en ese punto se cruzan en mi mente tus palabras con tu risa, la tuya y la de todos los que estábamos en la mesa aquel día: Pepe (tu marido), mis padres, mi hermana y yo.
Y es que, con tu permiso, así te voy a recordar siempre, entre risas y gritos de alegría, corriendo calle abajo montada en un gorrino, Dolores, feliz, alegre y divertida.
Hasta siempre, vecina.
Hasta siempre.
Joe… Me he quedado con el corazón en un puño. Siento muchísimo tu pérdida. Tus palabras son un homenaje precioso y tremendamente conmovedor. Te mando un fuerte abrazo.
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Gracias, compañera!
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