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Está en tu nombre, lo supe desde que mis ojos cruzaron mi mirada con los tuyos.
Desde que crecí y soñé con alguien a mi lado. Te llamé en sueños, grité tu ausencia y hasta te supliqué sin que lo supieras. En tu nombre estaba la respuesta, a todas mis dudas, a una vida entera.
Seguí tu rastro, me tragué la hierba tras tus pasos. En un ansia desesperada por cubrirme con tu cuerpo, me desnudé, recorrí el infierno y me abrasé con el rastro que dejabas. Me bebí cada instante, se convirtió en saliva y se diluyó en mi sangre. Cada milímetro de ti lo guardé en mi mente, lo aprendí de memoria para no perderte.
Cuando pienso en aquel tiempo, en las horas no vividas, escurridas, engullidas, cierro los ojos. Inhalo tu perfume, el olor que hay en tus poros. Paladeo cada letra, palabra, espacio, de cada frase que sale de tu boca.
Pero tu nombre lo esconde todo, lo dice todo.
Porque cuando hablas, cuando callas, ahí sigue, junto a mi, dentro de mi.
Porque cuando te nombro todo vuelve a empezar.