La literatura lgtb tiene derecho a existir, pues para eso existe la libertad de expresión. Se nos llena la boca utilizando esta frase: LIBERTAD DE EXPRESIÓN.
Hoy, 15 de agosto, he leído un artículo con el siguiente titular:
El gobierno británico ha denegado el visado a una estrella del pop ugandés por su reconocida capacidad para incitar al odio basado en la orientación sexual.
Hasta aquí todo nos parece lógico. La acción del gobierno está totalmente justificada. Y vosotrxs podéis pensar: ¿qué tienen en común la literatura lgtb, el homófobo ugandés y el gobierno británico? Aquí viene la respuesta: el cantante se defiende escudándose en la libertad de expresión.
¡Ostras!, pienso yo, si la libertad de expresión es verdaderamente ‘libertad’, me debería sorprender el veto del gobierno británico, pues ciertamente el cantante no hace otra cosa que utilizar su derecho. Y no deberían molestarme las publicaciones de ciertos libros que afirman CURAR la homosexualidad, porque la libertad de expresión les respalda. ¿Por qué me chirría entonces cuando la utilizan en ese tipo de casos? ¿Soy egoísta? ¿Incoherente, tal vez?
Pues no, no lo soy; de hecho creo que he empezado a entenderlo:
Cuando hablamos de libertad de expresión tenemos que hacerlo con cuidado porque es, como podemos ver muchas veces, un arma de doble filo. Lo reconozco: me molestan ciertos usos de la frase aunque la defiendo con todas mis fuerzas en otras ocasiones. No creo que se deba a mi incoherencia, sino a un asunto de INTENCIÓN. Porque cuando la intención es el canto al amor, la tolerancia, la igualdad, los derechos, la libertad en sí misma, entonces la libertad de expresión exterioriza todo su potencial. Pero cuando la intención implícita (explícita la mayoría de veces) es fomentar el odio, la discriminación, la intolerancia o la represión del tipo que sea, entonces y sólo entonces no puedo entenderla. Quizá es porque en este segundo caso puedes encontrar a personas que acabarían con la libertad de expresión tan pronto como tuvieran la posibilidad de hacerlo. Porque abusan de ella y la violan hasta matarla en cuanto tienen ocasión y no lo digo yo, lo dicen los textos y el tiempo (en momentos así me alegro de haberme pasado algunos años en la facultad de historia).
Seguramente esta reflexión tendrá una base filosófica o sociológica, pero no soy experta en el campo. Tan sólo soy una persona que, desde la humildad, pretende que el amor y el odio no se defiendan nunca bajo la misma premisa.