Desde mi ventana escucho su chapoteo en la fuente.
La niña Muñeca no sabe nadar. Nunca va la playa, sus ligeros brazos no podrían soportar la fuerza de las olas.
Desde el día que llegó, todos en el pueblo la llaman “morena”, porque no saben su nombre real. Por las noches la niña Muñeca se sienta en un banco y piensa.
Ella sabrá.
“Tiene la cabeza hueca, no sabe pensar”, dicen los demás. Pero ella se queda allí quieta, imaginando las olas y el mar.
Mañana volverá a la fuente, a chapotear.
Esta noche salgo y la busco: por las calles, los campos y los parques de atrás. Ya de vuelta a casa un rumor llama mi atención. Algo flota en la fuente, plástico roto, la muñeca morena mira al cielo y me sonríe con los ojos abiertos.
Por primera vez ha conseguido flotar.