LA MATÉ PORQUE ERA MÍA
De seguir así acabaría por caerle un ladrillo en la cabeza. Alguno de los ladrillos que con tanta pasión había depositado sobre aquel muro para acabar construyendo su hogar.
Dos años tardó en recibir la cédula de habitabilidad. Pero se lo tomaba con humor: “De hoy no pasa, hoy llegará”. Y así todos los días hasta que llegó y pudo hacer la mudanza. Nunca antes hacer un inventario con todas sus pertenencias le había provocado tanta felicidad.
Sin embargo, ahora caía arrodillada, no le quedaban más fuerzas para seguir golpeando. Pensó que si de verdad quería derribar aquellos muros necesitaba algo más pesado.
Levantó la cabeza, dejó salir dos pesadas lágrimas y sostuvo en el aire la gran maza que guardaba en el trastero. Desoyendo los consejos de sus abogados, golpeó y gritó al tiempo que clavaba los ojos en el policía:
“Si no es mía, no es de nadie”.
Eley Grey